Crónica antes del ataque a la cumbre – 20/07/2014

Esta mañana, en el CB del Broad Peak, hay un bullicio diferente al de otros días. La previsión meteorológica para los próximos días parece que nos será favorable para un inminente ataque a la cima. Los Kitchen Boys, cocineros paquistanís, porteadores, sherpas nepalís, se muestran activos, funden agua, preparan te y xapatis, comunican por walkie talkie con otras expediciones del Baltoro, observan la montaña con binoculares por si los campos de altura aún están en pie o han quedado soterrados después de las últimas ventadas y nevadas.

La montaña, con la llegada del sol y del buen tiempo, se sacude en forma de aludes. Las condiciones mejoran y la actividad en los Campos Bases se ha acentuado. Nosotros, el personal occidental, entramos en una dinámica de previsión, mentalización y ejecución de hacer realidad nuestros sueños, que tanto tiempo hemos anhelado. Ha llegado la hora de afrontar el reto de atacar las cimas. En el K2, los amigos Pavel Michalsky, Simone Laterra, Ferran Latorre, Miguel Angel Pérez, Tamara –la sudtirolesa-, Luo Jing –la china-, las tres mujeres nepalís, Cleonise –la brasileña nacionalizada estadounidense-, los canadienses, los italianos.

En los Gasherbrum, Tünch el turco, el belga, la china y otros miembros de la agencia Seven Summits. En el Broad Peak, que es el que nos pertoca en este momento, los polacos hacia el Middle Peak, los coreanos, taiwaneses, Alex el rumano, Maria Pilar, Lina, Carlos –los andaluces-, Nick el americano y nosotros, el grupo de catalanes con el andorrano Oriol y su amigo Nima Sherpa. Los Xavis, Jordi, Joan Marc, Carlos, Ritchie y yo, Jesús y Anna, la doctora, estamos inmersos en capilla, pero a parte de la forma física, performance individual, motivación de grupo… qué significa estar en capilla? Quizás para un corredor de maratón, tener un reposo idóneo, acabar una serie de entrenamientos metódicos, una alimentación racional…

Para un universitario, la presentación del proyecto final. Para un informático, optar al 4.0 o al máximo número de visitas en twitter, Facebook, blogs… Para el himalayista quizás el súmmum sería hacer los 14×8000, pero en realidad, ¿qué hay detrás de esto? ¿Una superación personal? ¿Un reconocimiento internacional? ¿Un récord fuera de lo común? ¿Qué tiene que ver la figura del héroe?

Los franceses lo llamarían “les conquerants de l’inutil”, como dijo Lionel Terray, o los ingleses, aunque de una manera más prosaica pero no exenta de acierto, dicen que “cuando bajas, la cerveza aún está más buena”. Pero hay algo más importanto, creo. Un reconocido alpinista ruso, desaparecido recientemente, Alexei Volotov, nos decía: “Vamos allí arriba porque buscamos la vida”. De aquí se desprenden valores: la infancia, la familia, los amigos, el trabajo, el amor. Fundamentales todos ellos, basados en el natural círculo de la vida: del nacimiento a la muerte.

El despertar de la afición, la experiencia adquirida, compartir ilusiones, llegar a ser profesional, el sufrimiento…y se cierra el círculo con el traspaso del cuerpo… siguiendo el karma budista aquello que hemos hecho a lo largo de nuestra vida contará para el momento trascendental. Son esos valores los que nos llevaran a los retos existenciales más próximos, de “qué hago aquí, poniendo en peligro mi vida”, entre los aludes, los vientos, las temperaturas extremas y vertiginosas pendientes en insólitos parajes de todo no nada… Pero hay un brío de luz aún encendido, un valor principal a menudo subestimado en el mundo actual, que como dice Mitch Albom en su libro “Martes con mi viejo profesor”:

“Es una tensión de opuestos, como una goma elástica estirada. Y la mayoría de nosotros vive en un punto intermedio.

-Algo parecido a un combate de lucha libre –le digo.

-Un combate de lucha libre-dice, riéndose- Sí: la vida podría describirse así.

-¿Qué bando gana entonces?-le pregunto.

-¿Qué qué bando gana?

(…)

-Gana el amor. El amor gana siempre.”

Òscar Cadiach